viernes, 18 de mayo de 2012

Reflexiones del texto: El Libro de los Jueces

El texto habla de situaciones educativas en un taller, en donde no sólo existen artistas (estudiantes con talentos) y profesores, sino que tras cada una de las personas que nos rodea, se encuentra un JUEZ, figura que está pendiente de cada cosa que hacemos, con el objetivo de intimidarnos y causaron fallos y anulaciones en nuestras tareas expresivas. 

Quien escribe este texto, comienza enunciando algunas de las ocasiones en que el enfrentarse a un público, el cual se enfoca -generalmente- en nuestros aspectos negativos, nos produce gran inseguridad aún respecto a quehaceres que en soledad realizamos con gran facilidad y goce, pero que al manifestar las mismas ante alguna tribuna esto no se da de la misma manera.


La metáfora que se da entre la situación anterior y la predisposición que debemos utilizar para expresarnos mejor, es la de la figura que adjunto al lado izquierdo: un círculo con el centro indicado. ¿Por qué? La respuesta es, porque debemos ubicarnos siempre en un plano circular, de modo que podamos apreciar totalmente a nuestros jueces. Por ello, quien se manifieste debe ubicarse al centro, teniendo un plano global de sus observadores. Nos señala, además, que los jueces nos limitan constantemente con sus leyes, las cuales tendemos a obviar. Por ello, debemos ridiculizarlos, mirarlos de modo fantástico e incluso onírico, de modo de ver en ellos incluso más imperfecciones que las que creemos tener en nosotros mismos. Gracias a estas herramientas podremos actuar con espontaneidad, exhibiendo de mejor forma qué somos y qué podemos realizar cada uno.


La segunda parte del capítulo, nos dice que el mayor ejercicio es OBSERVAR a nuestros jueces, además de realizarnos una radiografía interna o introspección que nos permita conocer cada una de nuestras capacidades y/o talentos interiores. Debemos descubrirnos a nosotros mismos, pero desde dos polos  o características antagónicas, por ejemplo: conocer nuestra bondad y maldad. En definitiva ese autoconocimiento está dado por la conciencia que debemos tener en cada uno de los opuestos que forman nuestro SER HUMANO. Así, el texto señala directamente el sentir "...cómo ese poder en tus opuestos va reduciendo a tus jueces interiores hasta convertirlos en caricaturas" (pág. 29).

En definitiva, los ejercicios que nos invita a realizar el texto están dados en función de superar el miedo, la angustia escénica y, principalmente, la PRESIÓN. La solución está dada por nosotros mismos y, por consiguiente, debemos ser capaces de despojar de poder a los jueces, convirtiéndolos en lo que el capítulo señala como VOCES POSITIVAS.


 A modo de reflexión, considero que el ejercicio de lectura del texto -me parece- responde a una necesidad pedagógica de inspirar AUTOCONFIANZA a nuestros estudiantes, puesto que con esa herramienta interna es posible un mayor desarrollo de las potencialidades de cada educando que conforma nuestro grupo-curso. El argumento central que está detrás de estas páginas no necesariamente se aplica a las inteligencias artísticas, sino también a cada una de las instancias de expresión social y colectiva, de actitudes retóricas y discursivas: por lo que adjudicarse el careo a los jueces resulta magníficamente beneficioso al momento de expresar nuestros talentos subjetivos.

Estas instancias de aprendizaje teórico-práctico son fundamentales para nosotros -docentes en formación-, ya que a futuro nos veremos enfrentados a constantes situaciones de temor estudiantil, de falta de participación y, peor aun, de déficit motivacional por aprender. Es por esta razón que el análisis de la teoría nos puede otorgar modelos y caminos alternativos para fomentar el desarrollo de las aptitudes más difíciles de fomentar en el educando: ¡las comunicacionales!; generando en nuestros estudiantes tal vez no el triunfo en concursos determinados, pero sí una ganancia trascendental, la de la expresión


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